domingo, 28 de junio de 2015

Catequesis Petrinas 2015, catequesis final, 09. “No hizo distinción entre ellos y nosotros, pues ha purificado sus corazones con la fe” (Hch 15,7-9)

No hizo distinción entre ellos y nosotros, pues ha purificado sus corazones con la fe” (Hch 15,7-9)



Unidad en la Diversidad

Desde la Realidad


Volvemos al tema del racismo y la discriminación. Y es que le tenemos tanto miedo a lo diferente, o quizá no sea sólo miedo, sino envidia…


     A veces queremos que los demás sean, actúen y piensen como nosotros lo hacemos. Siempre creemos que tenemos la razón en todo. Somos unos “sabrosos” para todo y en todo. Todo lo conocemos y todo lo sabemos hacer, no hay quien nos gane. Somos prácticamente la última “pepsicola” en el desierto, más americanistas que los del “América”…


     Por eso, cuando nos enfrentamos a alguien diferente a nosotros, con alguien que se atreve a pensar distinto, entonces nos enconchamos, nos cerramos a lo diverso. Dejamos de escuchar, nos sentimos atacados y ¡empieza la guerra!


     Pero, por otro lado hablamos de unidad: “es que tenemos que unirnos para lograr tal o cual cosa” y, pareciera que ese “unirnos” significa pensar todos igual, ser todos igual, vestir igual, peinarnos igual, escuchar la misma música, ver las mismas telenovelas, ser del mismo partido político, platicar de los escándalos de Laura… etc.


    Hoy en día, hasta los jóvenes “rebeldes” hay perdido lo característico de su rebeldía porque, queriendo ser diferentes se vuelven iguales unos a otros, sin distinción, formando guetos, pandillas o peor, cárteles de delincuencia, vicio y muerte.


     Queremos unidad uniforme. Por unidad e igualdad pensamos en ser todos absolutamente lo mismo.


    ¿Deberá ser así, o hay otro camino?

 

Proclamación de la Palabra


Escuchen hermanos la lectura del Libro de los Hechos de los Apóstoles:

7 Después de una larga discusión, se levantó Pedro y les dijo: «Hermanos, ustedes saben que, desde los primeros días, Dios me escogió entre ustedes para que los gentiles oyeran de mi boca la palabra del Evangelio, y creyeran. 8 Y Dios, que penetra los corazones, ha dado testimonio a favor de ellos dándoles el Espíritu Santo igual que a nosotros. 9 No hizo distinción entre ellos y nosotros, pues ha purificado sus corazones con la fe.

 

Reflexionemos


     Creo que desde el Concilio Vaticano II (Roma, 1962-1965) la Iglesia como institución ha comprendido algo muy valioso: que ser uno, no significa necesariamente ser todos iguales.


     San Pablo lo expresa haciendo una comparación con el cuerpo humano, donde hay distintos miembros con funciones diferentes y todas ellas necesarias, pero que juntos hacen que el cuerpo funcione.


    San Pedro lo comprendió en esa reunión de Jerusalén: Dios no hace distinciones, pues la salvación es para todos, a todos nos ha purificado con el Cuerpo y la Sangre de Cristo.


    Por eso hablamos hoy de “unidad en la diversidad”, es decir, ser cristiano implica sí un creer todos en lo mismo: Dios Uno y Trino, el Padre Creador, el Hijo Redentor y el Espíritu Santo, Señor y dador de Vida, creer en la Iglesia como medio de salvación, en un solo Bautismo para el perdón de los pecados, en la resurrección de los muertos y en la vida eterna. Ser cristiano implica, ciertamente, Celebrar nuestra Fe por medio de los Sacramentos y la Sagrada Liturgia. Ser cristiano implica también, vivir la Vida en Cristo, fundada ésta en los Diez Mandamientos de la Ley de Dios, en las Bienaventuranzas y en las Obras de Misericordia, tanto corporales como espirituales. Ser cristiano implica entrar en esa relación de intimidad con el Padre amoroso, en comunión con toda la Iglesia, por medio de la Oración. Vivir nuestra fe, compartiéndola con los demás, guiados y pastoreados por los sucesores de los Apóstoles, los obispos en comunión con el Papa, sucesor de san Pedro. Sí todo esto nos une y nos hace iguales.


     Pero, no olvidemos que como cristianos también somos “católicos” es decir, universales. Y justamente ahí, en esa “universalidad” se da la diversidad. Manifestamos nuestra fe de manera distinta, según nuestro contexto cultural, social, según nuestras tradiciones, según lo que hemos aprendido de nuestros “abuelos”, es decir, nuestros ancestros. Todo ello nos hace diferentes, diversos.


     El amor de Dios y hacia Dios, nuestra fe, el modo de vivirla, compartirla y perseverar, nos une, aún en nuestras diferencias. Al final, dice la sabiduría popular, “cada cabeza es un mundo”.


     Hoy, Cristo, por el testimonio de San Pedro, y apoyado en ese otro pilar de nuestra fe, San Pablo, nos invita a ello, a darnos cuenta de que, a pesar de lo distintos que somos unos de otros, todos estamos llamados a formar parte, en la unidad, del mismo Pueblo, compartiendo el mismo Pan y dando testimonio de la misma Fe. Un solo Pueblo, un solo Corazón, una sola Mente, un solo Dios.

    Saludos y Bendiciones, y ¡hasta el próximo año!



Catequesis Petrinas, 2015

San Pedro y el Espíritu Santo

Mihi Invenire Locum Meum in Caelo

Alfonso Maya Trejo, junio de 2015

sábado, 27 de junio de 2015

Catequesis Petrinas 2015, 08. “Lo que Dios ha purificado, tú no lo consideres profano” (Hch 11,4-12)

Lo que Dios ha purificado, tú no lo consideres profano” (Hch 11,4-12)



Lo puro y lo profano

Desde la Realidad

A veces somos “más papistas que el Papa”, “¡Me cae!”.

     Es decir, pretendemos saber más que la misma Iglesia o que sus ministros o sus agentes de pastoral.

     Nos dejamos guiar por tradiciones antiguas, por dichos de la gente ignorante y supersticiosa que se inventa mil cosas para ganarse “mágicamente” el favor divino.

     Ahí está un grave error. “Queremos enseñarle a Jesús el Padre Nuestro”.

     Y nos inventamos tantas prácticas y tantas mentiras. Que si el Santo Rosario ha de rezarse como siempre se nos ha enseñado, largo y aburrido, y dicho rapidito y sin pensar. Con tantos cantos, tantas jaculatorias y oraciones añadidas que, más que hacerlo atractivo, nos impide el celebrar el amor de Dios.

     Tantos comentarios que se escuchan por ahí: es que tienes que ponerle la velita al santito, es que si no le rezas la novena no te va a hacer el milagrito, es que si no vas a tomar la ceniza te irá mal todo el año, que si no pones de cabeza a San Antonio no tendrás marido jamás… Si se te cae al piso, uy, ya lo chupó el Diablo.

     En fin. Tantas supersticiones, tantos mitos sobre nuestra fe. Tantas cosas puras de suyo que nosotros mismos, con nuestras actitudes y temores hacemos impuras, convirtiendo nuestra fe en algo intolerable y pesado de vivir.

    ¡Con razón tanta gente ignorante termina, o perdiendo la fe, o yéndose de protestante! Y que conste, no es culpa sólo de los “padrecitos”, sino de nosotros que desconocemos nuestra fe y la hacemos tan impura, que se vuelve difícil alcanzar, tanto la salvación, como la santidad.

     ¿Cuáles de tus creencias personales enturbian la fe transmitida por la Iglesia?

 

Proclamación de la Palabra

Escuchen hermanos la lectura del Libro de los Hechos de los Apóstoles:
1 Los apóstoles y los hermanos de Judea se enteraron de que también los gentiles habían recibido la palabra de Dios. 2 Cuando Pedro subió a Jerusalén, los de la circuncisión le dijeron en son de reproche: 3 «Has entrado en casa de incircuncisos y has comido con ellos».
4 Pedro entonces comenzó a exponerles los hechos por su orden, diciendo: 5 «Estaba yo orando en la ciudad de Jafa, cuando tuve en éxtasis una visión: una especie de recipiente que bajaba, semejante a un gran lienzo que era descolgado del cielo sostenido por los cuatro extremos, hasta donde yo estaba. 6 Miré dentro y vi cuadrúpedos de la tierra, fieras, reptiles y pájaros del cielo. 7 Luego oí una voz que me decía: “Levántate, Pedro, mata y come”. 8 Yo respondí: “De ningún modo, Señor, pues nunca entró en mi boca cosa profana o impura”. 9 Pero la voz del cielo habló de nuevo: “Lo que Dios ha purificado, tú no lo consideres profano”. 10 Esto sucedió hasta tres veces, y de un tirón lo subieron todo de nuevo al cielo.
11 En aquel preciso momento llegaron a la casa donde estábamos tres hombres enviados desde Cesarea en busca mía. 12 Entonces el Espíritu me dijo que me fuera con ellos sin dudar. Me acompañaron estos seis hermanos, y entramos en casa de aquel hombre.

 

Reflexionemos

     Lo que Dios ha creado puro, no lo hagamos impuro. Esta es la gran lección de hoy. El mundo en general, lo que Dios ha creado, lo que el ser humano, utilizando su inteligencia, sus conocimientos del universo, y sus habilidades ha transformado de esa creación, incluso, lo que el mismo ser humano ha inventado y construido, todo eso, en principio es bueno.

     Lo que sucede es que somos nosotros mismos quienes, por ignorancia, miedo, soberbia, odio o necedad, hacemos de lo creado, transformado e inventado algo dañino, perverso y perjudicial.

     Hay que tener cuidado, pues hoy Dios nos invita a revalorar todo lo que tenemos, y a revisar nuestras intenciones para bien utilizar todas esas bondades que Dios nos ha regalado en su creación.

     La impureza no reside en el objeto, sino en la intención que tenemos al usarlo. Una flor de amapola es bellísima, adorna, y bien usada hasta cura; el problema es que hemos descubierto cómo extraer el opio que hay en ella, y usarlo perversamente para nuestro daño.

     Dios nos ha creado buenos, es el ser humano quien, con su pecado, se vuelve en contra de Dios y de la raza humana, destruyéndonos mutuamente.

Catequesis Petrinas, 2015
San Pedro y el Espíritu Santo
Mihi Invenire Locum Meum in Caelo
Alfonso Maya Trejo, junio de 2015

viernes, 26 de junio de 2015

Catequesis Petrinas 2015, 07. “¿Se puede negar el agua del bautismo a los que han recibido el Espíritu Santo igual que nosotros?” (Hch 10,44-48)

“¿Se puede negar el agua del bautismo a los que han recibido el Espíritu Santo igual que nosotros?” (Hch 10,44-48)



Dejar actuar al Espíritu Santo en nuestra vida

Desde la Realidad

¡Tantas diferencias hacemos unos de otros, entre nosotros mismos! Hoy se habla mucho de discriminación. Incluso, se le mira como un delito. Pero seamos realistas. Somos expertos en discriminar.

     Si por que la vecina es muy chismosa, que si porque ése chico es un vago sin oficio ni beneficio, si porque es “indio”, o “naco”, o si porque ésa chica viste como “dama de compañía”; incluso alguna frase como: “de tal padre, tal hijo”, o “de tal palo, tal astilla”…

    Habría que tener cuidado. Muchos de nuestros comentarios y actitudes pueden ser verdaderamente racistas y discriminatorios.

     Vale la pena, tomando las enseñanzas de Jesús, el preguntarnos ¿quién soy yo para juzgar a mis hermanos?

     Hace no mucho, escuché un comentario poco afortunado. Estaba celebrando un ministro acólito que bien conocemos muchos, un señor de buena fama, humano como todos, con virtudes y defectos, como todos, pero al que se le ha confiado un ministerio laical instituido. Entre sus funciones, está la de Celebrar la Palabra en ausencia del presbítero, del cura. Así lo hacía un día entre semana, en que la necesidad pastoral lo requería. Un señor, seguramente de éstos que no se paran por la Iglesia más que por necesidad o conveniencia, al ver que tal ministro celebraba, se acercó sumamente molesto, indignado y escandalizado, diciendo: “¿Qué hace éste Celebrando, si no es cura, si es el que vende nieves?”

     Aquí este comentario tan malicioso e ignorante. Cuidemos nuestra manera de hablar, dejemos que sea el Espíritu Santo quien actúe por nosotros, y no nuestro orgullo, soberbia, ignorancia, o peor, nuestra necedad.

Proclamación de la Palabra

Escuchen hermanos la lectura del Libro de los Hechos de los Apóstoles:
44 Todavía estaba exponiendo Pedro estos hechos, cuando bajó el Espíritu Santo sobre todos los que escuchaban la palabra, 45 y los fieles de la circuncisión que habían venido con Pedro se sorprendieron de que el don del Espíritu Santo se derramara también sobre los gentiles, 46 porque los oían hablar en lenguas extrañas y proclamar la grandeza de Dios. Entonces Pedro añadió:
47 « ¿Se puede negar el agua del bautismo a los que han recibido el Espíritu Santo igual que nosotros?». 48 Y mandó bautizarlos en el nombre de Jesucristo. Entonces le rogaron que se quedara unos días con ellos.

Reflexionemos

En los inicios de nuestra Iglesia, la predicación de la Buena Nueva estuvo dirigida sólo a los judíos, en tanto que ellos eran el Pueblo Elegido por Dios, los circuncisos, los hijos de Abraham. Sin embargo, llegó el momento en que tal Mensaje santo ya no pudo mantenerse como algo exclusivamente judío. Jesús había ordenado: “Prediquen el Evangelio a todas las gentes”.

    A Pedro le pasó lo mismo que nos sucede mucho a nosotros hoy día: discriminaba, hacía a un lado a los “paganos”. Pero Dios le dio una lección muy interesante que justamente acabamos de leer. Otorgó el don del Espíritu Santo a toda una familia pagana.

    Por eso Pedro mismo, comprendiendo la voluntad divina, se da cuenta que no es él, sino Dios quien actúa; se dio cuenta de que en su misión evangelizadora tenía que dejar actuar al Espíritu Santo, que no hace diferencias entre judíos y paganos, entre romanos y griegos, entre ricos y pobres… entre los del América o los del Pumas…

     De una u otra forma todos somos destinatarios del mensaje evangélico. Todos podemos escucharlo y recibir los mismos dones, si en nuestra libertad los aceptamos, y nadie, absolutamente nadie puede negárnoslos.

     Pidamos a Dios, nuestro Señor, nos de la gracia de saber dejarlo actuar en nuestra vida y que retire de nosotros esa actitud vergonzosa de separarnos unos de otros, de sentirnos superiores, o inferiores a los demás, ayudándonos a amarnos mutuamente, en la igualdad que nos otorga el ser hijos de Dios, y creados a su imagen y semejanza.

Catequesis Petrinas, 2015
San Pedro y el Espíritu Santo
Mihi Invenire Locum Meum in Caelo
Alfonso Maya Trejo, junio de 2015