"El Señor, volviéndose, le echó una mirada a Pedro. Y Pedro... Saliendo fuera, lloró amargamente" (Lc 22,61.62) |
Leer: Lc 22,54-62
54 Después de prenderlo, se
lo llevaron y lo hicieron entrar en casa del sumo sacerdote. Pedro lo seguía
desde lejos.
55
Ellos encendieron fuego en medio del patio, se sentaron alrededor, y Pedro
estaba sentado entre ellos. 56 Al verlo una criada sentado junto a la lumbre, se lo
quedó mirando y dijo: «También este estaba con él». 57 Pero él lo negó,
diciendo: «No lo conozco, mujer».
58
Poco después, lo vio otro y le dijo: «Tú también eres uno de ellos». Pero Pedro
replicó: «Hombre, no lo soy».
59
Y pasada cosa de una hora, otro insistía diciendo: «Sin duda, este también
estaba con él, porque es galileo». 60 Pedro dijo: «Hombre, no sé de qué me hablas». Y
enseguida, estando todavía él hablando, cantó un gallo.
61
El Señor, volviéndose, le echó una mirada a Pedro, y Pedro se acordó de la
palabra que el Señor le había dicho: «Antes de que cante hoy el gallo, me
negarás tres veces». 62
Y, saliendo afuera, lloró amargamente.
Reflexión
¿Te has imaginado a un santo
llorar? ¿Tú, por qué has llorado?
Porque, como hemos escuchado
en la lectura… después de negar a Jesús, al mirarlo cara a cara, Pedro, también
lloró…
Sí, ese mismo Pedro cuya
imagen tenemos en la parroquia… ese mismo Pedro que era gritón, duro, fuerte…
ese mismo Pedro al que un día Jesús le encargó la Iglesia… ese Pedro Apóstol
una noche también lloró.
Y lloró como tú y yo hemos
llorado muchas veces, a lágrima suelta… lloró porque reconoció que hizo mal.
Lloró porque se dio cuenta que, a pesar de su negación, Jesús lo miró con amor…
Y llorar le hizo vaciar su dolor, sobreponerse, no dejarse vencer por la
vergüenza y cambiar… aprendió a ser valiente, a tomar su posición como
discípulo y apóstol de Cristo…
Tú y yo hemos llorado. Ojalá
ese llanto nos haya hecho darnos cuenta del mal que hemos causado, de las veces
que hemos ofendido a otros… Mira a tu hermano y a tu hermana, mira a todos
aquellos que esta tarde están presentes aquí, en este novenario… y sí… llora
con ellos y por ellos, pero no te dejes vencer por el desánimo… que tu llanto,
como el de Pedro, se convierta en bondad, en cariño para otros… ¡Vamos!,
voltéate y dale un abrazo a todos y cada uno de los presentes… pídeles perdón y
perdona a cada uno…
Dios te ama, y que eso te
baste.
Catequesis
Petrinas, 1ª Parte: San Pedro Apóstol
Locum Invenire
Locum Meum in Caelo
Alfonso Maya Trejo,
junio de 2013
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