viernes, 26 de junio de 2015

Catequesis Petrinas 2015, 07. “¿Se puede negar el agua del bautismo a los que han recibido el Espíritu Santo igual que nosotros?” (Hch 10,44-48)

“¿Se puede negar el agua del bautismo a los que han recibido el Espíritu Santo igual que nosotros?” (Hch 10,44-48)



Dejar actuar al Espíritu Santo en nuestra vida

Desde la Realidad

¡Tantas diferencias hacemos unos de otros, entre nosotros mismos! Hoy se habla mucho de discriminación. Incluso, se le mira como un delito. Pero seamos realistas. Somos expertos en discriminar.

     Si por que la vecina es muy chismosa, que si porque ése chico es un vago sin oficio ni beneficio, si porque es “indio”, o “naco”, o si porque ésa chica viste como “dama de compañía”; incluso alguna frase como: “de tal padre, tal hijo”, o “de tal palo, tal astilla”…

    Habría que tener cuidado. Muchos de nuestros comentarios y actitudes pueden ser verdaderamente racistas y discriminatorios.

     Vale la pena, tomando las enseñanzas de Jesús, el preguntarnos ¿quién soy yo para juzgar a mis hermanos?

     Hace no mucho, escuché un comentario poco afortunado. Estaba celebrando un ministro acólito que bien conocemos muchos, un señor de buena fama, humano como todos, con virtudes y defectos, como todos, pero al que se le ha confiado un ministerio laical instituido. Entre sus funciones, está la de Celebrar la Palabra en ausencia del presbítero, del cura. Así lo hacía un día entre semana, en que la necesidad pastoral lo requería. Un señor, seguramente de éstos que no se paran por la Iglesia más que por necesidad o conveniencia, al ver que tal ministro celebraba, se acercó sumamente molesto, indignado y escandalizado, diciendo: “¿Qué hace éste Celebrando, si no es cura, si es el que vende nieves?”

     Aquí este comentario tan malicioso e ignorante. Cuidemos nuestra manera de hablar, dejemos que sea el Espíritu Santo quien actúe por nosotros, y no nuestro orgullo, soberbia, ignorancia, o peor, nuestra necedad.

Proclamación de la Palabra

Escuchen hermanos la lectura del Libro de los Hechos de los Apóstoles:
44 Todavía estaba exponiendo Pedro estos hechos, cuando bajó el Espíritu Santo sobre todos los que escuchaban la palabra, 45 y los fieles de la circuncisión que habían venido con Pedro se sorprendieron de que el don del Espíritu Santo se derramara también sobre los gentiles, 46 porque los oían hablar en lenguas extrañas y proclamar la grandeza de Dios. Entonces Pedro añadió:
47 « ¿Se puede negar el agua del bautismo a los que han recibido el Espíritu Santo igual que nosotros?». 48 Y mandó bautizarlos en el nombre de Jesucristo. Entonces le rogaron que se quedara unos días con ellos.

Reflexionemos

En los inicios de nuestra Iglesia, la predicación de la Buena Nueva estuvo dirigida sólo a los judíos, en tanto que ellos eran el Pueblo Elegido por Dios, los circuncisos, los hijos de Abraham. Sin embargo, llegó el momento en que tal Mensaje santo ya no pudo mantenerse como algo exclusivamente judío. Jesús había ordenado: “Prediquen el Evangelio a todas las gentes”.

    A Pedro le pasó lo mismo que nos sucede mucho a nosotros hoy día: discriminaba, hacía a un lado a los “paganos”. Pero Dios le dio una lección muy interesante que justamente acabamos de leer. Otorgó el don del Espíritu Santo a toda una familia pagana.

    Por eso Pedro mismo, comprendiendo la voluntad divina, se da cuenta que no es él, sino Dios quien actúa; se dio cuenta de que en su misión evangelizadora tenía que dejar actuar al Espíritu Santo, que no hace diferencias entre judíos y paganos, entre romanos y griegos, entre ricos y pobres… entre los del América o los del Pumas…

     De una u otra forma todos somos destinatarios del mensaje evangélico. Todos podemos escucharlo y recibir los mismos dones, si en nuestra libertad los aceptamos, y nadie, absolutamente nadie puede negárnoslos.

     Pidamos a Dios, nuestro Señor, nos de la gracia de saber dejarlo actuar en nuestra vida y que retire de nosotros esa actitud vergonzosa de separarnos unos de otros, de sentirnos superiores, o inferiores a los demás, ayudándonos a amarnos mutuamente, en la igualdad que nos otorga el ser hijos de Dios, y creados a su imagen y semejanza.

Catequesis Petrinas, 2015
San Pedro y el Espíritu Santo
Mihi Invenire Locum Meum in Caelo
Alfonso Maya Trejo, junio de 2015

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