“No es, como ustedes suponen, que éstos estén borrachos” (Hch 2,1-8.12-18) |
Pentecostés y el Testimonio
Desde la Realidad
Borrachos,
locos, idealistas, utópicos, hipócritas, mochos y mentirosos, hasta “pedrastras”:
todo menos “personas de buena voluntad”. Esta es otra realidad de nosotros los
cristianos-católicos. ¿De qué otra forma nos llaman, y NOS llamamos?
Y es
que el mundo se ha puesto de cabeza. Los valores de ayer ya no son hoy. Es la
consecuencia de los tres grandes males de la actualidad: Consumismo, Hedonismo
y Relativismo, es decir, querer tener por tener (entre más tengo, más soy),
buscar el placer por el placer (la felicidad ya no importa, el esfuerzo,
menos), y todo mundo tiene derecho a opinar, sepa o no sepa, la verdad no
existe, todo es cuestión de lo que me conviene y cómo me conviene; la
“democracia” tan mentada ya no es el gobierno de la mayoría, sino de una
minoría: los más “desprotegidos” (flojos y haraganes que no quieren mover un
solo dedo para vivir, todo lo quieren de papá gobierno o mamá Iglesia), tengan
o no tengan razón.
Veámoslo
en lo que vivimos a diario: padres de familia que abandonan a sus hijos con el
pretexto (muy válido, por cierto) de ir a trabajar para darle a los hijos lo
mejor (aunque el amor y la sana convivencia familiar dejen de existir); hijos
que ya no respetan a sus padres porque, según sus “derechos” tienen derecho a
todo, y ninguna obligación, mucho menos responsabilidad de sus acciones.
Profesores
que dejan de educar, con el pretexto (éste no tan válido) de que la “reforma es
injusta”. Alumnos que son capaces de manchar el buen nombre de sus profesores
con tal de obtener un mísero seis para no irse a extraordinario, o aprobar el
año.
Políticos
que piensan en sus propios intereses y negocios y que olvidan que son nuestros
empleados a los que contratamos en las pasadas elecciones. Un Jefe de Estado
ignorante y corrupto, que no tiene ni idea de lo que tú y yo vivimos cada día.
“Profesionistas”
y estudiantes “universitarios” incapaces de distinguir entre una c, una s, y
una z…
Eclesiásticos
(obispos, curas, diáconos, ministros, seminaristas, viejas beatas y “vacas
sagradas” e intocables que creen que porque oran mucho ya son santos y santas)
que dejan de atender a su feligresía porque ésta tiene la “obligación” de
asistir a Misa, llenar las alcancías, y pagar puntualmente su diezmo y todas
las colectas anuales, mensuales y semanales…
Y
como ya hemos reflexionado en los días anteriores, feligreses que desconocen su
fe, y que no desean involucrarse en el trabajo evangelizador porque “eso” es
obligación de los curas y seminaristas.
Por
eso, los cristianos-católicos ya seamos padres o hijos, profesores o alumnos,
policías, políticos, ciudadanos “respetables”, curas o feligreses, podemos ser
considerados así, borrachos, porque pretendemos ir en sentido contrario,
nadando contra la corriente.
Pero,
¿Qué nos dice la Palabra de Dios sobre esta realidad?
Proclamación de la Palabra
Escuchen
hermanos la lectura del Libro de los Hechos de los Apóstoles:
1
Al cumplirse el día de Pentecostés, estaban todos juntos en el mismo lugar. 2 De repente, se
produjo desde el cielo un estruendo, como de viento que soplaba fuertemente, y
llenó toda la casa donde se encontraban sentados. 3 Vieron aparecer unas lenguas, como
llamaradas, que se dividían, posándose encima de cada uno de ellos. 4 Se llenaron todos
de Espíritu Santo y empezaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les
concedía manifestarse…
5
Residían entonces en Jerusalén judíos devotos venidos de todos los pueblos que
hay bajo el cielo. 6
Al oírse este ruido, acudió la multitud y quedaron desconcertados, porque cada
uno los oía hablar en su propia lengua. 7 Estaban todos estupefactos y admirados,
diciendo: « ¿No son galileos todos esos que están hablando? 8 Entonces, ¿cómo es
que cada uno de nosotros los oímos hablar en nuestra lengua nativa?...
12
Estaban todos estupefactos y desconcertados, diciéndose unos a otros: « ¿Qué será
esto?». 13
Otros, en cambio, decían en son de burla: «Están borrachos».
14
Entonces Pedro, poniéndose en pie junto con los Once, levantó su voz y con toda
solemnidad declaró ante ellos: «Judíos y vecinos todos de Jerusalén, entérense
bien y escuchen atentamente mis palabras. 15 No es, como ustedes suponen, que estos
estén borrachos, pues es solo la hora de tercia, 16 sino que ocurre lo que había dicho el
profeta Joel:
17
Y sucederá en los últimos días, dice Dios, que derramaré mi Espíritu sobre toda
carne y sus hijos y sus hijas profetizarán y sus jóvenes verán visiones y sus
ancianos soñarán sueños; 18
y aun sobre mis siervos y sobre mis siervas derramaré mi Espíritu en aquellos
días, y profetizarán.
Reflexionemos
Dios,
nuestro Padre de amor ha creado al mundo y al ser humano, sólo por eso, por
amor. El ser humano se ha separado gravemente de la voluntad de Dios. El Padre,
envía y sacrifica a su propio Hijo, Jesucristo, nuestro Señor, para que los
seres humanos seamos capaces de entender y vivir el amor. Así llega el momento
de hacer presente al Espíritu Santo entre los seres humanos.
Y la
acción del Espíritu Santo, si lo dejamos actuar, es fuerte y poderosa. Nos hace
darnos cuenta del amor y la misericordia divina. Aún en medio de la situación
que vivimos hoy, el Espíritu Santo es capaz de actuar en nuestra vida si
nosotros somos dóciles, si lo dejamos actuar, si aprendemos a confiar en Dios y
en su poder.
San
Pedro, el primero de los Apóstoles, lo comprendió, dejó a un lado el miedo y
enfrentó a la multitud, haciéndoles comprender que la violencia, el dolor y el
sufrimiento no eran sino consecuencias del alejamiento del ser humano con
respecto a Dios, su Señor y Creador.
Y
esta es nuestra realidad, tal como la describimos antes de la lectura de la
Palabra de Dios. Pero esa realidad tiene solución. El Espíritu Santo y su
acción en nosotros, hoy, aquí y ahora. El Espíritu Santo nos ayuda a dar el
consejo necesario, a comprender las necesidades de los demás, nos ayuda a amar
y a perdonar, a sanar, a consolar. ¿Te atreves a dejarte tocar por el Espíritu
del Señor?
Catequesis
Petrinas, 2015
San Pedro y el
Espíritu Santo
Mihi Invenire Locum
Meum in Caelo
Alfonso Maya Trejo,
junio de 2015
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