lunes, 22 de junio de 2015

Catequesis Petrinas 2015, 03: “No es, como ustedes suponen, que éstos estén borrachos” (Hch 2,1-8.12-18)

“No es, como ustedes suponen, que éstos estén borrachos” (Hch 2,1-8.12-18)

Pentecostés y el Testimonio

Desde la Realidad

Borrachos, locos, idealistas, utópicos, hipócritas, mochos y mentirosos, hasta “pedrastras”: todo menos “personas de buena voluntad”. Esta es otra realidad de nosotros los cristianos-católicos. ¿De qué otra forma nos llaman, y NOS llamamos?

     Y es que el mundo se ha puesto de cabeza. Los valores de ayer ya no son hoy. Es la consecuencia de los tres grandes males de la actualidad: Consumismo, Hedonismo y Relativismo, es decir, querer tener por tener (entre más tengo, más soy), buscar el placer por el placer (la felicidad ya no importa, el esfuerzo, menos), y todo mundo tiene derecho a opinar, sepa o no sepa, la verdad no existe, todo es cuestión de lo que me conviene y cómo me conviene; la “democracia” tan mentada ya no es el gobierno de la mayoría, sino de una minoría: los más “desprotegidos” (flojos y haraganes que no quieren mover un solo dedo para vivir, todo lo quieren de papá gobierno o mamá Iglesia), tengan o no tengan razón.

    Veámoslo en lo que vivimos a diario: padres de familia que abandonan a sus hijos con el pretexto (muy válido, por cierto) de ir a trabajar para darle a los hijos lo mejor (aunque el amor y la sana convivencia familiar dejen de existir); hijos que ya no respetan a sus padres porque, según sus “derechos” tienen derecho a todo, y ninguna obligación, mucho menos responsabilidad de sus acciones.

     Profesores que dejan de educar, con el pretexto (éste no tan válido) de que la “reforma es injusta”. Alumnos que son capaces de manchar el buen nombre de sus profesores con tal de obtener un mísero seis para no irse a extraordinario, o aprobar el año.

     Políticos que piensan en sus propios intereses y negocios y que olvidan que son nuestros empleados a los que contratamos en las pasadas elecciones. Un Jefe de Estado ignorante y corrupto, que no tiene ni idea de lo que tú y yo vivimos cada día.

     “Profesionistas” y estudiantes “universitarios” incapaces de distinguir entre una c, una s, y una z…

    Eclesiásticos (obispos, curas, diáconos, ministros, seminaristas, viejas beatas y “vacas sagradas” e intocables que creen que porque oran mucho ya son santos y santas) que dejan de atender a su feligresía porque ésta tiene la “obligación” de asistir a Misa, llenar las alcancías, y pagar puntualmente su diezmo y todas las colectas anuales, mensuales y semanales…

     Y como ya hemos reflexionado en los días anteriores, feligreses que desconocen su fe, y que no desean involucrarse en el trabajo evangelizador porque “eso” es obligación de los curas y seminaristas.

    Por eso, los cristianos-católicos ya seamos padres o hijos, profesores o alumnos, policías, políticos, ciudadanos “respetables”, curas o feligreses, podemos ser considerados así, borrachos, porque pretendemos ir en sentido contrario, nadando contra la corriente.

    Pero, ¿Qué nos dice la Palabra de Dios sobre esta realidad?

Proclamación de la Palabra

Escuchen hermanos la lectura del Libro de los Hechos de los Apóstoles:

1 Al cumplirse el día de Pentecostés, estaban todos juntos en el mismo lugar. 2 De repente, se produjo desde el cielo un estruendo, como de viento que soplaba fuertemente, y llenó toda la casa donde se encontraban sentados. 3 Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se dividían, posándose encima de cada uno de ellos. 4 Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía manifestarse…
5 Residían entonces en Jerusalén judíos devotos venidos de todos los pueblos que hay bajo el cielo. 6 Al oírse este ruido, acudió la multitud y quedaron desconcertados, porque cada uno los oía hablar en su propia lengua. 7 Estaban todos estupefactos y admirados, diciendo: « ¿No son galileos todos esos que están hablando? 8 Entonces, ¿cómo es que cada uno de nosotros los oímos hablar en nuestra lengua nativa?...
12 Estaban todos estupefactos y desconcertados, diciéndose unos a otros: « ¿Qué será esto?». 13 Otros, en cambio, decían en son de burla: «Están borrachos».
14 Entonces Pedro, poniéndose en pie junto con los Once, levantó su voz y con toda solemnidad declaró ante ellos: «Judíos y vecinos todos de Jerusalén, entérense bien y escuchen atentamente mis palabras. 15 No es, como ustedes suponen, que estos estén borrachos, pues es solo la hora de tercia, 16 sino que ocurre lo que había dicho el profeta Joel:
17 Y sucederá en los últimos días, dice Dios, que derramaré mi Espíritu sobre toda carne y sus hijos y sus hijas profetizarán y sus jóvenes verán visiones y sus ancianos soñarán sueños; 18 y aun sobre mis siervos y sobre mis siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días, y profetizarán.

Reflexionemos

     Dios, nuestro Padre de amor ha creado al mundo y al ser humano, sólo por eso, por amor. El ser humano se ha separado gravemente de la voluntad de Dios. El Padre, envía y sacrifica a su propio Hijo, Jesucristo, nuestro Señor, para que los seres humanos seamos capaces de entender y vivir el amor. Así llega el momento de hacer presente al Espíritu Santo entre los seres humanos.

     Y la acción del Espíritu Santo, si lo dejamos actuar, es fuerte y poderosa. Nos hace darnos cuenta del amor y la misericordia divina. Aún en medio de la situación que vivimos hoy, el Espíritu Santo es capaz de actuar en nuestra vida si nosotros somos dóciles, si lo dejamos actuar, si aprendemos a confiar en Dios y en su poder.

     San Pedro, el primero de los Apóstoles, lo comprendió, dejó a un lado el miedo y enfrentó a la multitud, haciéndoles comprender que la violencia, el dolor y el sufrimiento no eran sino consecuencias del alejamiento del ser humano con respecto a Dios, su Señor y Creador.

     Y esta es nuestra realidad, tal como la describimos antes de la lectura de la Palabra de Dios. Pero esa realidad tiene solución. El Espíritu Santo y su acción en nosotros, hoy, aquí y ahora. El Espíritu Santo nos ayuda a dar el consejo necesario, a comprender las necesidades de los demás, nos ayuda a amar y a perdonar, a sanar, a consolar. ¿Te atreves a dejarte tocar por el Espíritu del Señor?

Catequesis Petrinas, 2015
San Pedro y el Espíritu Santo
Mihi Invenire Locum Meum in Caelo
Alfonso Maya Trejo, junio de 2015


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