miércoles, 24 de junio de 2015

Catequesis Petrinas 2015, 05. “Entonces Pedro, lleno de Espíritu Santo, les dijo…” (Hch 4,1-14)




“Entonces Pedro, lleno de Espíritu Santo, les dijo…” (Hch 4,1-14)
Dejar que el Espíritu Santo hable por nosotros

Desde la Realidad

Una vez más, comencemos mirando nuestra realidad.

     Hablamos mucho y de todo. Pero, ¿de qué hablamos? Quizá de lo caro que está todo en el mercado y en las tiendas; hablamos de lo que le pasó a la vecina, del pleito entre esposos, de la mala influencia de los nuevos vecinos. Comentamos los últimos capítulos de las telenovelas como si fueran la gran noticia del día y, a veces, el ejemplo a seguir. Hablamos de lo mal que está el país y de lo corruptos que son las autoridades civiles. Hablamos mucho, pero de nada.

     En casa gritamos y reñimos, los chicos hablan de sus juegos de horror y de muerte, del “Charlie, Charlie”, etc. Hablamos tanto, pero de tan poco. Mucho de lo que decimos es tan superficial, y tanta importancia le damos, y no nos damos cuenta de que, al darle importancia, colaboramos a mantener un ambiente negativo, destructivo, fatal, para la comunidad, para la familia, para la sociedad entera.

    Al final, sólo damos la razón a la antiquísima frase y estratagema político de antiguo: “panem et circenses”, pan y circo. Nos cegamos así a la realidad circundante, preferimos la superficialidad a lo que realmente importa, de tal forma que, manteniéndonos divertidos y entretenidos, con el estómago lleno, pensamos que nada pasa, aunque lo vivamos a diario.

     Hablar, hablar y hablar, tantas palabras que se gastan, saliva que escupimos sin remedio. Pero, y ¿cuándo bendecimos? ¿Cuándo hablamos del gozo del amor? ¿Cuándo comunicamos nuestros sentimientos, nuestra lejanía, nuestra sed de afecto? ¿Cuándo compartimos nuestra esperanza y desesperanza? ¿Cuándo hablamos de nuestra fe, de nuestro Dios? ¿Cuándo hablamos con Dios?

Proclamación de la Palabra

Escuchen hermanos la lectura del Libro de los Hechos de los Apóstoles:
1 Mientras Pedro y Juan hablaban al pueblo, se les presentaron los sacerdotes, el jefe de la guardia del templo y los saduceos, 2 indignados de que enseñaran al pueblo y anunciaran en Jesús la resurrección de los muertos. 3 Los apresaron y los metieron en la cárcel hasta el día siguiente, 4 pues ya era tarde. Muchos de los que habían oído el discurso creyeron; eran unos cinco mil hombres.
5 Al día siguiente, se reunieron en Jerusalén los jefes del pueblo, los ancianos y los escribas, 6 junto con el sumo sacerdote Anás, y con Caifás y Alejandro, y los demás que eran familia de sumos sacerdotes. 7 Hicieron comparecer en medio de ellos a Pedro y a Juan y se pusieron a interrogarlos: « ¿Con qué poder o en nombre de quién han hecho eso ustedes?».
8 Entonces Pedro, lleno de Espíritu Santo, les dijo: «Jefes del pueblo y ancianos: 9 Porque le hemos hecho un favor a un enfermo, nos interrogan hoy para averiguar qué poder ha curado a ese hombre; 10 quede bien claro a todos ustedes y a todo Israel que ha sido el Nombre de Jesucristo el Nazareno, a quien ustedes crucificaron y a quien Dios resucitó de entre los muertos; por este Nombre, se presenta este sano ante ustedes. 11 Él es la piedra que desecharon ustedes, los arquitectos, y que se ha convertido en piedra angular; 12 no hay salvación en ningún otro, pues bajo el cielo no se ha dado a los hombres otro nombre por el que debamos salvarnos».
13 Viendo la seguridad de Pedro y Juan, y notando que eran hombres sin letras ni instrucción, estaban sorprendidos. Reconocían que habían sido compañeros de Jesús, 14 pero, viendo de pie junto a ellos al hombre que había sido curado, no encontraban respuesta.

Reflexionemos

    Es cierto, “Pedro, lleno del Espíritu Santo, les dijo…” Nos encontramos con un testimonio más de este santo varón de Dios. Un Pedro que, como tú y como yo, ha salido del pueblo, hombre de trabajo, con ambiciones, en búsqueda de sí mismo y de su felicidad. Pedro, que no se conforma con maldecir, o con regañar a los suyos por una mala pesca, sino que, fortalecido ya con el Espíritu Santo, adquiere una sabiduría que lo mueve a hablar.

    Hablar de Dios, y hablar con Dios. Anunciar la Buena Nueva de la Salvación a todas las gentes con las que se topa, a los pobres y sencillos, a los necesitados, a los que están hambrientos y sedientos de la misericordia divina, con gran valentía incluso, habla a las  autoridades denunciando su mentira, su fraude de fe.

     Pedro seguramente no sabía del todo lo que tenía que decir, pero deja que el Espíritu Santo hable por él.

     Nosotros también tenemos esa posibilidad. Callar la mente y el corazón para dejar paso a la inspiración y consuelo del Espíritu Santo. El amor que hace uso de la palabra, y en lenguaje humano, nos conforta, nos llena de esperanza, fortalece nuestra fe e incendia nuestra caridad, de tal forma que ya no seamos quienes colaboremos y participemos del odio, de la mentira, de la maledicencia.

     Dios pone en nuestra boca, a través de su Espíritu divino, las palabras justa para el buen consuelo, para el consejo pertinente, para afianzar en la fe y la vida, para fortalecer nuestras relaciones, para encontrarnos con el Misterio.

     ¿Podremos también nosotros vaciarnos de todo mal sentimiento y dejar hablar por nosotros al Espíritu Santo? ¿Podremos callar lo trivial y sin sentido, para gritar el amor?

Catequesis Petrinas, 2015
San Pedro y el Espíritu Santo
Mihi Invenire Locum Meum in Caelo
Alfonso Maya Trejo, junio de 2015

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Ánimo, un buen comentario hará que este blog crezca en calidad...