“Lo que Dios ha purificado, tú no lo consideres profano” (Hch 11,4-12) |
Lo puro y lo profano
Desde la Realidad
A
veces somos “más papistas que el Papa”, “¡Me cae!”.
Es
decir, pretendemos saber más que la misma Iglesia o que sus ministros o sus
agentes de pastoral.
Nos
dejamos guiar por tradiciones antiguas, por dichos de la gente ignorante y
supersticiosa que se inventa mil cosas para ganarse “mágicamente” el favor divino.
Ahí
está un grave error. “Queremos enseñarle a Jesús el Padre Nuestro”.
Y nos
inventamos tantas prácticas y tantas mentiras. Que si el Santo Rosario ha de
rezarse como siempre se nos ha enseñado, largo y aburrido, y dicho rapidito y
sin pensar. Con tantos cantos, tantas jaculatorias y oraciones añadidas que,
más que hacerlo atractivo, nos impide el celebrar el amor de Dios.
Tantos
comentarios que se escuchan por ahí: es que tienes que ponerle la velita al
santito, es que si no le rezas la novena no te va a hacer el milagrito, es que
si no vas a tomar la ceniza te irá mal todo el año, que si no pones de cabeza a
San Antonio no tendrás marido jamás… Si se te cae al piso, uy, ya lo chupó el
Diablo.
En
fin. Tantas supersticiones, tantos mitos sobre nuestra fe. Tantas cosas puras
de suyo que nosotros mismos, con nuestras actitudes y temores hacemos impuras,
convirtiendo nuestra fe en algo intolerable y pesado de vivir.
¡Con
razón tanta gente ignorante termina, o perdiendo la fe, o yéndose de
protestante! Y que conste, no es culpa sólo de los “padrecitos”, sino de
nosotros que desconocemos nuestra fe y la hacemos tan impura, que se vuelve
difícil alcanzar, tanto la salvación, como la santidad.
¿Cuáles
de tus creencias personales enturbian la fe transmitida por la Iglesia?
Proclamación de la Palabra
Escuchen
hermanos la lectura del Libro de los Hechos de los Apóstoles:
1
Los apóstoles y los hermanos de Judea se enteraron de que también los gentiles
habían recibido la palabra de Dios. 2 Cuando Pedro subió a Jerusalén, los de la circuncisión
le dijeron en son de reproche: 3 «Has entrado en casa de incircuncisos y has comido con
ellos».
4
Pedro entonces comenzó a exponerles los hechos por su orden, diciendo: 5 «Estaba yo orando
en la ciudad de Jafa, cuando tuve en éxtasis una visión: una especie de
recipiente que bajaba, semejante a un gran lienzo que era descolgado del cielo
sostenido por los cuatro extremos, hasta donde yo estaba. 6 Miré dentro y vi
cuadrúpedos de la tierra, fieras, reptiles y pájaros del cielo. 7 Luego oí una voz
que me decía: “Levántate, Pedro, mata y come”. 8 Yo respondí: “De ningún modo, Señor,
pues nunca entró en mi boca cosa profana o impura”. 9 Pero la voz del
cielo habló de nuevo: “Lo que Dios ha purificado, tú no lo consideres profano”.
10 Esto
sucedió hasta tres veces, y de un tirón lo subieron todo de nuevo al cielo.
11
En aquel preciso momento llegaron a la casa donde estábamos tres hombres
enviados desde Cesarea en busca mía. 12 Entonces el Espíritu me dijo que me
fuera con ellos sin dudar. Me acompañaron estos seis hermanos, y entramos en
casa de aquel hombre.
Reflexionemos
Lo
que Dios ha creado puro, no lo hagamos impuro. Esta es la gran lección de hoy.
El mundo en general, lo que Dios ha creado, lo que el ser humano, utilizando su
inteligencia, sus conocimientos del universo, y sus habilidades ha transformado
de esa creación, incluso, lo que el mismo ser humano ha inventado y construido,
todo eso, en principio es bueno.
Lo
que sucede es que somos nosotros mismos quienes, por ignorancia, miedo,
soberbia, odio o necedad, hacemos de lo creado, transformado e inventado algo
dañino, perverso y perjudicial.
Hay
que tener cuidado, pues hoy Dios nos invita a revalorar todo lo que tenemos, y
a revisar nuestras intenciones para bien utilizar todas esas bondades que Dios
nos ha regalado en su creación.
La
impureza no reside en el objeto, sino en la intención que tenemos al usarlo.
Una flor de amapola es bellísima, adorna, y bien usada hasta cura; el problema
es que hemos descubierto cómo extraer el opio que hay en ella, y usarlo
perversamente para nuestro daño.
Dios
nos ha creado buenos, es el ser humano quien, con su pecado, se vuelve en
contra de Dios y de la raza humana, destruyéndonos mutuamente.
Catequesis
Petrinas, 2015
San Pedro y el
Espíritu Santo
Mihi Invenire Locum
Meum in Caelo
Alfonso Maya Trejo,
junio de 2015
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