“Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo” (Hch 5,27-32) |
Obedecer a Dios antes que a los hombres
Desde la Realidad
Una
realidad más: Le creemos y obedecemos a todos los “importantes, famosos o
influyentes” pero a Dios, no le creemos…
Creemos
los chismes de las y los vecinos; pero al que es víctima del chisme, no, a él
no le creemos. Creemos las excusas de nuestros hijos cuando bajan
calificaciones; pero al profesor, que te dice que tu hijo no ha asistido a
clases, o que no ha entregado tareas, no, a él no le crees.
Le
crees al partido político que te regala las despensas; pero al que realmente
trabaja por el bien de la comunidad (si es que alguno realmente lo hiciera),
no, a él no. Le crees a las telenovelas, sobre todo cuando se trata de bodas en
la playa; pero a la secretaria parroquial que te dice que eso no se puede, no,
a ella no.
Crees
que los “héroes” que nos dieron patria son seres casi-perfectos, semi-dioses,
le crees a la historia corrupta y manipulada de los libros de texto oficiales;
pero a los verdaderos historiadores, los que luchan porque México tenga una
historia verdadera, no, a ellos no les crees.
Crees
los comentarios de abusivos, ignorantes y sin fundamento de reporteros sin la
menor ética como López Dóriga, o Adela Micha, u otros, y los escándalos
pre-construidos e insolentes de Laura “de América”; pero a los expertos, que se
queman las pestañas durante años, y años de estudio, investigación y práctica,
no, a ellos no les crees.
Crees
los promocionales y la información absurda de muchos medios de comunicación,
internet, Facebook y Twitter, especialmente cuando de escándalos eclesiales se
trata, o información sobre aborto y eutanasia; pero a la Iglesia, a los curas,
ministros y agentes de pastoral que se forman y preparan para la misión, no, a
ellos no.
Confías
y crees en supersticiones, tradiciones caducas y sin sentido, en brujería y
charlatanería que sólo te saca dinero y te priva de tu dignidad, y ¡hasta crees
en marcianos y extraterrestres!; pero a Dios, que te ama, que siempre cumple
sus promesas, que da sin medida y gratuitamente, que entregó a su propio Hijo
para nuestra salvación, no… a Él no le crees…
Realmente,
¿Crees en algo?, o ¿sólo vives de ilusiones y falsedades? O, de plano, ¿sólo
vives por vivir?
Proclamación de la Palabra
Escuchen
hermanos la lectura del Libro de los Hechos de los Apóstoles:
27 Una vez conducidos [Pedro
y los demás apóstoles], les hicieron comparecer ante el Sanedrín y el sumo
sacerdote los interrogó, 28
diciendo: « ¿No les habíamos ordenado formalmente no enseñar en ese Nombre? En
cambio, han llenado Jerusalén con su enseñanza y quieren hacernos responsables
de la sangre de ese hombre».
29
Pedro y los apóstoles replicaron: «Hay que obedecer a Dios antes que a los
hombres. 30
El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien ustedes mataron,
colgándolo de un madero. 31
Dios lo ha exaltado con su derecha, haciéndolo jefe y salvador, para otorgar a
Israel la conversión y el perdón de los pecados. 32 Testigos de esto somos nosotros y el
Espíritu Santo, que Dios da a los que lo obedecen».
Reflexionemos
“Testigos de esto somos nosotros y el
Espíritu Santo”. La frase bíblica que hoy nos motiva y nos llama a una fe
más limpia, mucho más pura. Una fe basada en el amor, sí, pero también en la
confianza: la confianza es un abandonarse en las manos del otro, que en este
caso es Dios mismo.
Te he
preguntado si le crees a Dios. Porque ahí está el centro de este asunto. Cómo
puedo hablar de que soy cristiano, que tengo fe en Dios si no le creo ni a Él
ni a su Institución, la Iglesia, o a sus ministros ordenados (diáconos,
presbíteros, obispos).
Sí,
es cierto que tanto la Iglesia, como institución y sus ministros son humanos,
sí. Pero, la Iglesia por fundamento es divina y humana. No olvidemos que, de
una u otra forma, muchas veces misteriosamente, Dios va guiando, a través del
Espíritu Santo, los caminos de la Iglesia. En cuanto a sus ministros, así lo
creemos, ellos también reciben la llamada “gracia de estado”. Humanos sí, pecadores
también, pero ahí justamente se manifiesta el poder de Dios, en que actúa a
pesar de la debilidad y las deficiencias humanas: “Dios escribe derecho en
renglones chuecos”, dice la sabiduría popular, y con mucha razón.
Por
eso, si verdaderamente crees en Dios, si verdaderamente tienes fe, entonces
habrá en ti una actitud de docilidad y obediencia. Lo que no significa que
aceptes automáticamente toda instrucción eclesial o ministerial, así sin más,
como si no pensaras; no, se trata de que haciendo buen uso de tu inteligencia,
aceptes de buen grado, amando, lo que Dios te pide a través de su Iglesia
inspirada por el Espíritu Santo, siguiendo las enseñanzas y testimonios de
Cristo Jesús, nuestro Señor y redentor. Y entonces, sólo entonces, podrás
elegir con verdadera libertad el amor.
Decir:
“Debemos obedecer a Dios antes que a los hombres” no es un desconfiar de la
sabiduría y capacidad humana, sino un someterla en la libertad a la voluntad
divina. Lo cierto es que ninguna ley, ninguna norma, ninguna acción puede ser
contraria a la voluntad de Dios; si lo es, entonces no viene de Dios.
¿Cómo
aprender a confiar en Dios? ¿Cómo obedecerlo a Él antes que a los hombres?
Catequesis
Petrinas, 2015
San Pedro y el
Espíritu Santo
Mihi Invenire Locum
Meum in Caelo
Alfonso Maya Trejo,
junio de 2015
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