"Que todos sean uno, como tú y yo, Padre, somos Uno..." (Jn 17,21) |
Este año, en la Parroquia, nos hemos propuesto promover el proceso
de unidad de la comunidad entera. La unidad es un proceso muy complejo y
difícil, porque pretende integrar, en este caso muy concreto a todos los
individuos de nuestra comunidad parroquial en una dinámica donde todos
“jalemos” parejo. Unidad no significa uniformidad. No se trata de que todos
hagamos lo mismo, vayamos “tomaditos de la mano” a todos lados, ni que vivamos
exactamente igual… no, eso no es unidad.
Jesús, en cierta ocasión, según nos recuerda la Palabra de Dios,
oró al Padre Celestial: “Que todos sean uno, como tú y yo, Padre, somos uno”.
Es decir, según lo explica el gran apóstol san Pablo, reconocernos hermanos,
hijos de un mismo Padre, Dios todopoderoso. Sabernos parte del Pueblo de Dios,
su Iglesia Santa, que es, a la vez, Cuerpo de Cristo.
Y también nos dice el mismo San Pablo: El cuerpo tiene diversos
miembros. Estos miembros no son iguales entre sí, pero cada uno tiene diversas
funciones que ayudan a que el cuerpo entero funcione. Y es verdad. El cuerpo
humano tiene diversos miembros con sus propias funciones. Están los brazos, las
piernas, los órganos internos, venas, arterias, hígado, riñones, músculos,
huesos, piel, vello y cabello, corazón… y cabeza. Imagínate que cada miembro
hiciera lo que quisiera… nuestro cuerpo sería un caos, simplemente no podríamos
dominarlo ni utilizarlo adecuadamente. Todo nuestro cuerpo tiene diversos
miembros y cada miembro hace todo y sólo lo que tiene que hacer, recibiendo su
fuerza vital, la sangre, desde el corazón, y es gobernado por el cerebro que es
el órgano central que hace que todo funcione adecuadamente.
Así una familia, así una comunidad, así la Iglesia. Somos miembros
de un solo cuerpo, la Iglesia, que es el Cuerpo de Cristo. Nuestro corazón, que
bombea cada segundo la fuerza vital para este cuerpo, es la Palabra de Dios, contenida
básicamente en la Sagrada Escritura o Biblia. Y todo movimiento, toda acción,
toda función, está sabiamente gobernada por nuestra cabeza que es Cristo,
nuestro Señor.
Lograr esta unidad tan deseada de nuestro pueblo implica que
pongamos en juego todos los elementos propios de nuestra comunidad: su gente,
su historia, sus costumbres, su gobierno, su fe. Y esto hace que este proceso
sea muy complejo. Por eso, como Iglesia, tenemos que esforzarnos en conjugar
todos estos elementos con cinco columnas muy fuertes: 1) Nuestra gente. 2) La
Palabra de Dios entre nosotros. 3) La Celebración de nuestra fe con los
sacramentos, principalmente con la Eucaristía Dominical (la Santa Misa de
Domingo). 4) La Oración en común, por cada uno de nosotros, unos por otros,
todos por todos. 5) Y el servicio, en el cual ponemos nuestras capacidades,
virtudes y bondades para el progreso mutuo.
Y, segundo, también hemos insistido, y seguiremos insistiendo, en
la primera consecuencia de vivir con Dios presente en nuestras vidas: Dejar a
un lado nuestro egoísmo y abrirnos al hermano, al que está a mi lado, a la
comunidad, poniendo todos los dones y bendiciones que el Señor me ha dado al
servicio de los Demás.
Oremos pues, hoy, por todos nosotros. Que el Señor Dios,
todopoderoso, nos ayude a iniciar este camino de unidad, para que siendo Uno,
como Él es Uno con Cristo y el Espíritu Santo, alcancemos la felicidad que dura
por siempre. Mañana, nuestra Fiesta Patronal. Hasta el próximo año.
Catequesis
Petrinas, 2ª Parte
Comunión: Familia,
Comunidad, Iglesia
Locum Invenire
Locum Meum in Caelo
Alfonso Maya Trejo,
junio de 2014
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